McSorley's, es sin dudas un lugar especial para visitar en Nueva Yotrk, con una rica historia y por donde han pasado numerosas personalidades de la música, la política y el periodismo, es hoy un museo lleno de tesoros. También es el lugar elegido por los bomberos que todos los años homenajean a los héroes del atentado a las Torres Gemelas.
McSorley's nació en 1854 en Nueva York, y al principio fue considerada "la fábrica de todos los vicios". En su apertura, el ingreso era exclusivo para hombres entre los que pasaron Abe Lincoln y John Lennon. Sin embargo, el 1970 se permitió la entrada, también, a las mujeres y sus baños comenzaron a ser mixtos.
Hoy es un barrio transformado, rodeado de instituciones universitarias. Pero aun así, allí sigue el viejo pub, considerado el más antiguo de Nueva York, con sus suelos salpicados de serrín y sus paredes tapizadas de recuerdos y proclamas de adhesión a la independencia irlandesa.
El local de McSorley's está compuesto de dos salones. Uno más largo y otro más ancho. Mobiliario rústico y una carta con hamburguesas y otros platos típicos estadounidenses. El aperitivo bandera tiene las famosas galletas de soda, mostaza de la casa, rodajas de queso y cebolla cruda.
Detrás de la barra, como es costumbre suele estar un camarero de barba roja y antebrazos tatuados, Gregorio de La Haba, un artista descendiente de irlandeses y sevillanos casado con la hija del actual propietario.
En las paredes del pub cuelgan portadas de periódicos de época que relatan el hundimiento del Titanic y carteles originales con la recompensa por atrapar al asesino de Lincoln. También hay algunos registros a color del cuerpo de bomberos neoyorquino. Son fotos de desfiles y retratos de bomberos que adquirieron la aureola de héroes tras los atentados del 11 de Septiembre. Este lugar forma parte de una inusual costumbre, es que en 2002 se reunieron oficiales de cuerpos de bomberos de medio mundo en McSorley's para rendir tributo a los caídos durante la tareas de rescate en las derruidas Torres Gemelas. Desde entonces, cada 11 de septiembre, a las 3.34 de la tarde (hora en la que fallecieron, aquel día, 334 compañeros), se realiza un discurso de unos pocos minutos.
Aunque para muchos haya perdido el empaque rústico de sus épocas más turbulentas, el mérito de haber sobrevivido hasta nuestros días en una ciudad que se renueva con notable facilidad basta para acercarse y acodarse sobre la barra.
Uno de los visitantes más queridos en la historia del local fue el reportero Joseph Mitchell, fallecido en 1996. Nombre de referencia para los lectores del New Yorker, solía visitar la taberna a la que dedicó una crónica. La misma forma parte de la memoria colectiva de la ciudad y sirve como bitácora de un viaje en el tiempo. Reseña los techos de McSorley's, cubiertos de telarañas, el ambiente soñoliento, los apolillados retratos de los tiempos fundacionales o la parrilla de la vieja estufa que aún se conserva, donde Old John, uno de los primeros propietarios, solía rematar la jornada echando una chuleta de tres libras sobre una cama de carbón de roble.
McSorley's nació en 1854 en Nueva York, y al principio fue considerada "la fábrica de todos los vicios". En su apertura, el ingreso era exclusivo para hombres entre los que pasaron Abe Lincoln y John Lennon. Sin embargo, el 1970 se permitió la entrada, también, a las mujeres y sus baños comenzaron a ser mixtos.
Hoy es un barrio transformado, rodeado de instituciones universitarias. Pero aun así, allí sigue el viejo pub, considerado el más antiguo de Nueva York, con sus suelos salpicados de serrín y sus paredes tapizadas de recuerdos y proclamas de adhesión a la independencia irlandesa.
El local de McSorley's está compuesto de dos salones. Uno más largo y otro más ancho. Mobiliario rústico y una carta con hamburguesas y otros platos típicos estadounidenses. El aperitivo bandera tiene las famosas galletas de soda, mostaza de la casa, rodajas de queso y cebolla cruda.
Detrás de la barra, como es costumbre suele estar un camarero de barba roja y antebrazos tatuados, Gregorio de La Haba, un artista descendiente de irlandeses y sevillanos casado con la hija del actual propietario.
En las paredes del pub cuelgan portadas de periódicos de época que relatan el hundimiento del Titanic y carteles originales con la recompensa por atrapar al asesino de Lincoln. También hay algunos registros a color del cuerpo de bomberos neoyorquino. Son fotos de desfiles y retratos de bomberos que adquirieron la aureola de héroes tras los atentados del 11 de Septiembre. Este lugar forma parte de una inusual costumbre, es que en 2002 se reunieron oficiales de cuerpos de bomberos de medio mundo en McSorley's para rendir tributo a los caídos durante la tareas de rescate en las derruidas Torres Gemelas. Desde entonces, cada 11 de septiembre, a las 3.34 de la tarde (hora en la que fallecieron, aquel día, 334 compañeros), se realiza un discurso de unos pocos minutos.
Aunque para muchos haya perdido el empaque rústico de sus épocas más turbulentas, el mérito de haber sobrevivido hasta nuestros días en una ciudad que se renueva con notable facilidad basta para acercarse y acodarse sobre la barra.
Uno de los visitantes más queridos en la historia del local fue el reportero Joseph Mitchell, fallecido en 1996. Nombre de referencia para los lectores del New Yorker, solía visitar la taberna a la que dedicó una crónica. La misma forma parte de la memoria colectiva de la ciudad y sirve como bitácora de un viaje en el tiempo. Reseña los techos de McSorley's, cubiertos de telarañas, el ambiente soñoliento, los apolillados retratos de los tiempos fundacionales o la parrilla de la vieja estufa que aún se conserva, donde Old John, uno de los primeros propietarios, solía rematar la jornada echando una chuleta de tres libras sobre una cama de carbón de roble.
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