La próxima semana, en Nueva York, el mazo del rematador dará el martillazo final en la subasta de un par de pistolas ornamentadas del siglo XIX que encarnan la historia de tres generaciones de revolucionarios de tres continentes que dieron forma al continente americano.
Las pistolas — incrustadas con símbolos de la mitología grecorromana — pertenecieron al héroe de la independencia latinoamericana Simón Bolívar. A su muerte en 1830, a los 47 años, había liberado a seis naciones de la dominación española.Pero lo que está provocando interés es quién se las regaló.
Se creía que las armas eran un regalo hecho a Bolívar por el marqués de Lafayette, el aristócrata convertido en revolucionario que luchó en las guerras de independencia francesa y estadounidense.
Según se cuenta, en 1825 la familia del difunto George Washington estaba tan impresionada con Bolívar (ellos se referían a él como el “Washington del Sur”) que le enviaron un retrato del primer presidente estadounidense, un rizo de su cabello y una medalla. Se cree que fue como parte de ese paquete de obsequios revolucionarios que Lafayette le envió a Bolívar las pistolas, fabricadas por Nicolas-Noel Boutet, armero del propio Napoleón.
Washington, Lafayette y Bolívar pertenecían a tres generaciones diferentes, pero los tres defendían los mismos valores, y Bolívar, el más joven, admiraba abiertamente a los otros.
“Al ser un hijo del Iluminismo, él creció oyendo hablar de Washington y de Lafayette, y quiso traer esos ideales a Sudamérica, ese era su más ferviente deseo”, dijo Becky MacGuire, directora de ventas excepcionales de Christie’s en Nueva York, donde las armas serán subastadas el 13 de abril. “El hermoso gesto de Lafayette de darle esas pistolas, fue como si estuviera pasando la antorcha a este hombre más joven”.
Cuando Bolívar se enteró de los regalos que le estaban siendo enviados por su héroe francés y la familia de Washington, dictó una nota en marzo de 1826, a Lafayette.
“¿Qué mortal podrías ser jamás digno de los honores que [Su Excelencia] y Mount Vernon se han dignado concederme?”, escribió desde Lima, Perú.
Por desgracia para los anticuarios, esa es la única referencia posible a las pistolas hecha por Bolívar de la que haya quedado constancia por escrito.
Pero no hay duda de que Lafayette y Bolívar eran amigos. Aunque nunca se conocieron en persona, ellos se escribían cartas cálidas, dijo Marie Arana, autora de la biografía Bolívar publicada en el 2014, y presidenta de Culturas de los Países del Sur en la Biblioteca del Congreso.
En una carta, Bolívar saluda a Lafayette como “héroe ciudadano, atleta de la libertad, quien con una mano ha servido a América y con la otra al Viejo Mundo”.
Y es probable que hayan sido Lafayette y el representante de Kentucky Henry Clay (también partidario entusiasta de Bolívar) quienes mantenían al tanto a la familia de Washington de las hazañas del joven latinoamericano.
“Washington pertenecía a una generación completamente diferente. Él estaba bebiendo con sus soldados en Manhattan, atando los cabos finales de la revolución, en el año en que nació Bolívar, 1783”, dijo Arana. “Pero la familia de Washington entendió, a partir de todo lo que escuchaban de labios de Clay y Lafayette, que este era un individuo excepcional”.
De mano en mano
El modo en que las pistolas sobrevivieron estos siglos y acabaron en una casa de subastas en Manhattan depende tanto de la amistad como de la historia. En 1830, pocos meses antes de su muerte en la ciudad costera de Santa Marta, Bolívar donó su residencia de Bogotá a su viejo amigo José Ignacio París.
La hacienda, que se conoce ahora como Quinta de Bolívar, había sigo dada al Libertador como gesto de agradecimiento por la recién creada República de Colombia. Fue durante o después de ese cambio de dueño que las pistolas quedaron en manos de París, aunque, de nuevo, no hay constancia escrita del intercambio.
En 1851, sin embargo, las pistolas reaparecen, cuando el hijo de París, Enrique, se las vendió a Enrique Grice, un rico anglocolombiano. En el momento de la transacción, París hijo entregó además un documento y dos declaraciones juradas afirmando que las pistolas “le fueron regaladas por el general Lafayette a Su Excelencia el Libertador de Colombia en 1825”.
El documento añade que Grice las está recibiendo “en las mismas condiciones en que fueron entregadas por Simón Bolívar”.
Después de Grice, pasaron a la célebre colección de armas de William Goodwin Renwick antes de ser vendidas de nuevo en 1973 a coleccionistas anónimos de Estados Unidos y Latinoamérica.
A pesar de ser un ícono de la región, sobre todo en los seis países liberados por él — Venezuela, Bolivia, Perú, Colombia, Panamá y Ecuador — pocos efectos personales de Bolívar han sobrevivido.
Pocas reliquias
De las nueve pistolas de la colección en el museo de la Quinta de Bolívar en Bogotá, sólo una se ha confirmado que perteneció a Bolívar.
En el 2004, Christie’s vendió un par de pistolas que Bolívar había obsequiado a uno de sus amigos, Ricardo Illingworth. Ese par se vendió por $1.69 millones y pertenece ahora al gobierno de Venezuela. En 1988, un grupo de artículos más pequeños de Bolívar fueron vendidos por Christie’s al Banco Central de Venezuela.
Representantes del Banco Central y de la red de museos bolivarianos de Venezuela no respondieron a reiteradas solicitudes de entrevista. Christie’s dijo que todos los pujadores potenciales permanecerían anónimos, pero que esperaban interés de parte de clientes latinoamericanos.
Una de las reliquias más famosas de Bolívar — su espada — tiene su propia historia, más moderna.
El 17 de enero de 1974, el grupo de guerrilla urbana de Colombia M-19 entró a la fuerza en el museo de la Quinta de Bolívar y se la llevó.
La nota dejada por ellos en su lugar rezaba: “Bolívar no está muerto. Su espada ha roto las telarañas del museo para participar en las batallas de hoy. Está en nuestras manos, y ahora apunta a aquellos que explotan al pueblo”. La espada no sería devuelta hasta 1991.
Pero las pistolas cuentan con un epílogo más amargo. Arana dijo que en septiembre de 1830, cuando Bolívar estaba “ya atormentado, enfermo y moribundo”, recibió una carta de Lafayette.
Aunque elogiando la valentía de Bolívar, Lafayette le reprochó el haberse declarado presidente vitalicio. Además, cuestionó la decisión de Bolívar de desterrar a Francisco de Paula Santander, antiguo aliado acusado de conspirar para matar al Libertador.
“Fue una especie de golpe de gracia para Bolívar”, explicó Arana. “Bolívar dijo poco después que él renunciaba a todo... ‘todo el mundo está en contra mía, hasta mis admiradores están en contra mía’ ”.
Bolívar murió tres meses más tarde.
El miércoles, los admiradores de Bolívar podrán pujar por sus pistolas. El costo estimado de poner su dedo en el histórico gatillo es de entre $1.5 millones y $2.5 millones.
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