La naturaleza y el arte serán protagonistas en este espacio |
Nueva York convertirá una antigua estación de tranvías en un vergel subterráneo que abrirá en el 2018 y que este año empezó su campaña de financiación colectiva. Se llamará Lowline y estará en plena aridez asfáltica del sector de Lower East Side. Y aunque parezca un espejismo, poco a poco va acercándose a la realidad.
Este proyecto dará la vuelta a un espacio creado en 1908 y olvidado desde 1948, y que pretende llenar 4.100 metros cuadrados de plantas, tecnología solar y trabajos sociales y culturales de la comunidad.
Será, a no ser que otra ciudad se adelante, el primer parque subterráneo del mundo. “Es un proyecto que es raro, único y ambicioso. Estar bajo tierra no es la idea más obvia para ir al parque, pero la tecnología revoluciona el espacio y abre un mundo entero de posibilidades”, aseguró la directora de comunidad del proyecto, Robyn Shapiro.
En el 2012, añade, comenzó la campaña de concienciación: se abrió una exposición donde se mostraron las ideas aparentemente utópicas para recuperar el espacio adyacente a la estación de metro de Essex Street.
La aceptación fue tal que el equipo de Lowline quiso alcanzar su sueño y un grupo de diseñadores e ingenieros de la casa RAAD (con James Ramsey a la cabeza) se puso manos a la obra. Algunas celebridades, como Edward Norton, Diane von Fürstenberg o Mark Ruffalo, quisieron apoyar la propuesta y el laboratorio de ideas se disparó para crear un proyecto único.
“Será una experiencia muy agradable que alargará las horas de luz y ofrecerá la posibilidad de huir del frío en invierno. Además, es una idea inteligente para solucionar un problema de espacio en las ciudades en constante crecimiento”, agregó Shapiro, quien contó que el desarrollo costará 60 millones de dólares. Por eso la campaña global para conseguir fondos.
Al estar bajo tierra, por supuesto, el primer reto que tienen es el de la luz, pero han elaborado un sofisticado sistema de lo que llaman claraboya a distancia. Este sistema recoge la luz solar en la superficie y la deriva a un complejo laberinto de reflexión que la multiplica hasta generar prácticamente una sensación de luz natural a varios metros bajo el suelo, lo que permite a las plantas, árboles y césped realizar la fotosíntesis.
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