Allí, según se ha hecho público en los
últimos días, está prevista la construcción de un nuevo gigante de 325
metros de altura, que se convertirá con mucho en el edificio más alto de
distrito, el de más habitantes de la Gran Manzana.
Lejos del tamaño de la Torre de la Libertad del World Trade Center (541
metros), este nuevo rascacielos sería ahora mismo el sexto más alto de
Nueva York, todavía por detrás de iconos como el Empire State Building y
el Chrysler Building.
Sus 73 plantas, sin embargo,
suponen en la ciudad un hito para todo lo que no es Manhattan, pues
fuera de esa isla el edificio más alto, situado en Queens, tiene 50
pisos y 201 metros de alto.
En Brooklyn la torre más
alta actualmente tiene solo 190 metros y durante muchos años la silueta
del barrio estuvo dominada por un edificio, el Williamsburgh Savings
Bank, construido en 1929.
Sin embargo, con el precio
de la vivienda disparándose en los últimos años, el distrito vive en
pleno boom de la construcción y prevé añadir cientos de miles de
apartamentos en los próximos años.
A las
tradicionales brownstones y otras construcciones bajas que dominan
Brooklyn se suman cada vez más grandes torres acristaladas, varias de
ellas ya por encima de los 150 metros de altura, que permitirán que el
distrito crezca.
Con más de 2,6 millones de
habitantes, si fuese una ciudad independiente Brooklyn competiría con
Chicago por ser la tercera mayor de Estados Unidos.
Manhattan tiene aproximadamente un millón menos de residentes, pero en
lo que respecta a los rascacielos, no tiene previsto dejarse comer
terreno.
Tras inaugurar en 2014 la nueva torre del
World Trade Center como la más alta del país, el año pasado añadió en el
432 de Park Avenue el edificio residencial más alto del mundo, de 426
metros.
A ellos se sumarán en los próximos años la
torre Central Park (472 metros) y otras seis estructuras por encima de
los 300 metros.
Con alrededor de 250 edificios de más
de 150 metros de alto y muchos más en camino, Nueva York seguirá a buen
seguro disfrutando de su estatus como la ciudad de los rascacielos pese
al crecimiento de varias urbes asiáticas.
Pero
recientemente han surgido más y más dudas sobre quién paga hoy en día
por esas caras viviendas y oficinas de espectaculares vistas.
La semana pasada, el Gobierno estadounidense anunció una ofensiva de
seis meses contra el lavado de dinero a través de la compra en efectivo
de bienes inmobiliarios de lujo en Nueva York y también en Miami.
El operativo, que se realizará entre el 1 de marzo y el 27 de agosto,
insta a las aseguradoras de títulos, compañías que revisan la legalidad
de las transacciones, a divulgar el nombre de los propietarios que pagan
en efectivo por estos inmuebles para determinar si provienen de algún
ilícito.
Una investigación del diario The New York
Times reveló como millonarios extranjeros utilizan continuamente
sociedades opacas para adquirir propiedades en la Gran Manzana, muchas
veces desembolsando cifras astronómicas en metálico.
Cada año se gastan en Nueva York unos 8.000 millones de dólares en la
compra de residencias de más de 5 millones, una cantidad que triplica la
que se registraba hace una década.
El plan anunciado
esta semana por el Departamento del Tesoro pasa por hacer un
seguimiento a los compradores secretos de propiedades de alto nivel en
Manhattan y en el condado de Miami-Dade.
"Estamos
tratando de examinar el riesgo de que funcionarios extranjeros corruptos
o criminales trasnacionales puedan estar usando bienes raíces de alto
nivel para invertir en secreto millones en dinero sucio", explicó al
anunciar la medida Shasky Calvery, directora de la Red de Lucha contra
los Crímenes Financieros, una oficina dependiente del Gobierno.
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